PREMIOS :D

Hola!! al final de mi fic, aqui les dejo lo mínimo que puedo hacer por personas tan hermosas como ustedes. Un pequeño detalle, los Quiero!
este premio va para un hermoso grupo de amigas que ha surgido por este asombroso medio, para demostrarles que las quiero un millón, a pesar de que estemos regadas por el mundo :D Citlally, Karen, Gaby, Vale, Luchi, Sill, Paty, Dana y Tania! las adoro nenas!! a las que tienen blog les pido que muestren este pequeño detalle en el. Besos nenas!
Y ahora... este premio se los regalo a Todas las chicas que han leido mi historia y que me han seguido capítulo a capítulo MUCHISIMAS GRACIAS!!!! :)

Últimos Capítulos.

CHIC@S!!! ya estamos en la recta final... los últimos capítulos de nuestro blog, ha sido un placer escribir esta historia, y más aún conocer a personas tan maravillosas como las que he conocido en estos cortos meses.

Muchisimas Gracias por darme el privilegio de tener lectoras tan especiales y maravillosas, gracias por su paciencia y seguir la pequeña historia. De verdad son lo máximo.




lunes, 31 de agosto de 2009

60.- Compromiso.





- ¿Emmett?...¡EMMETT!- gritó la fina voz de Rosalie en medio de la noche; salí de mi sopor con un sobresalto y le sonreí, ella me dedicó su mejor mirada de desconcierto.- ¿me puedes decir ahora que te pasa?- preguntó aun con la confusión en su voz.

- Oh… no es nada cariño, sólo que el anillo; recordaba por un instante.- dije en voz baja tomando sus pequeñas manos.- ella sonrió tímidamente y me miró con ojos tiernos.

- Sí, recuerdo ese día perfectamente.- dijo con una sonrisa.- aún vivíamos en Nueva Inglaterra, sólo nosotros cinco; Alice y Jasper llegaron varios años después.- se detuvo para sonreírle al vacío, rocé se mejilla con el revés de mi mano y ella sonrió.- ¡todo fue un complot! Esme ese día me sugirió que me pusiera mi hermoso vestido de tirantes rojo “no hay razón alguna querida” dijo cuando le pregunté.- me reí de su imitación de nuestra dulce madre adoptiva y coloqué mis manos detrás de su espalda.

Al salir de la tienda volvimos corriendo a nuestro coche, estábamos a mitad de la década de los cuarenta; Carlisle conducía un Ford Coupe 1940 color negro, el mejor auto según varios diarios de la época. Nuestro plan era perfecto, Carlisle y yo saldríamos en busca del anillo, inicialmente iría Edward por mí debido a que mis ojos seguían teniendo una tonalidad parecida al carmesí; Esme se quedaría en casa para preparar y entretener a Rose para evitar sospechas.

Pude ver la pequeña casa sobre un altozano, mientras recorríamos la vieja carretera de tierra mis nervios se acrecentaban, respiraba tomando bocanada de aire aunque no lo necesitase; Carlisle reía por lo bajo, supongo que se debía a mi reacción. El auto subió por el camino de grava y se detuvo frente a la fachada de la casa. Si mi corazón pudiese latir se hubiese salido de mi pecho en ese momento; cerré mis ojos y respiré profundamente antes de bajarme del auto y correr hacia la puerta de hierro forjado.

Intenté amoldar los rizos que caían sobre mi rostro sin ningún final muy productivo, en ese momento sentí el sordo sonido de las sandalias de Rose, fue ahí donde entendí que era lo que más quería y que no necesitaba retrasarlo más.

- Buenas tardes hermoso caballero.- dijo Rosalie entre pequeñas risitas; en ese instante estaba de pie a mitad del bosque, escuchando a mis recuerdos; de pronto caí en cuenta de lo que pasaba. Abrí mis ojos lentamente que no tardaron en acostumbrarse a la poca iluminación de la noche, y allí estaba ella, tan radiante y hermosa como la que segundos antes estaba detrás de mis párpados, pocas diferencias las separaban además de medio siglo de diferencia.

- Lo son hermosa señorita; en gran parte por su presencia.- contesté en voz baja; mis recuerdos se hacían eco de mi voz y eso m hizo sonreír.- es por eso que quiero pedirle algo.- evoqué el momento en que hinqué una rodilla en el suelo y saqué la pequeña cajita de terciopelo del bolsillo de mi enorme sobretodo marrón.

En ese momento sentí la humedad de la tierra atravesar la gruesa tela de jean de mis pantalones y observé el pálido y hermoso rostro de Rose bañado por la luna.

- Hoy… Rosalie Hale, me has dado ojos aunque solo a ti te quiero ver, me has dejado oír el trinar de miles de aves que no se compararían jamás con la musicalidad de tu reír, me has dado alas para volar y hoy elijo hacerlo junto a ti; por eso, con este anillo te pido que unamos nuestros caminos de una vez y para siempre.- Los ojos de Rosalie relampaguearon y una sonrisa brotó de sus labios, justo y como recordaba aquel día.

- Eres tú la vida, eres tú mi luz, mi motivo para seguir, lo único que necesito, eres TÚ.- dijo Rosalie, en ese momento aquel hermoso recuerdo se había ido, siendo suplantado por nuestras voces en la oscuridad. Busqué dentro de mi abrigo el pequeño estuche de cuero negro que durante varios meses resguardé y dejé que los ojos de Rose recorriesen su interior, en él se abrigaba un pequeño anillo en forma de enredadera que finalizaba en un pequeño diamante. Sus ojos se abrieron desmesuradamente y su sonrisa se ensanchó, rápidamente movió el anillo de rubí a su mano derecha. Tomé la pequeña joya y la coloqué suavemente en su dedo desnudo; la pequeña piedra reflejó fugazmente la luz de la luna que se cernía sobre nosotros antes de que Rosalie saltara hacia mis brazos. En ese instante supe que tenía todo lo que necesitaba para ser feliz, la tenía a ella.

domingo, 30 de agosto de 2009

59.- Cazando.


Ese día transcurrió lenta y tranquilamente; de nuevo en el instituto, un almuerzo sin nuestro hermano y largas y tediosas horas de clases. Volvimos en mi auto a casa, sin muchas palabras en realidad; acaricié con mi pulgar el dorso de la mano de Rose y ella me correspondió con una sonrisa. Las manchas bajo sus ojos le daban a su piel una apariencia más pálida, haciendo un contraste fantasmal; al llegar Jasper y Alice bajaron del coche, al parecer Alice estaba más emocionada que el mismo Edward por las eventualidades de este fin de semana, por supuesto que aún no se lo habíamos notificado a nadie pero de seguro conseguiría una buena excusa para prepararlo todo sin que se diesen cuenta, aún.

En menos de un segundo estaban saliendo de la cochera en el auto de Carlisle con destino a Seattle. Reí al ver la cara de resignación de Jasper antes de que desaparecieran de mi vista, Rosalie pasó sus manos sobre mis hombros y apoyó su rosto en mi espalda.

- Bueno señorita.- dije virándome para verla a los ojos.- ¿Qué te parece si vamos a dar un paseo al bosque?- pregunté sonriendo, ella asintió con la cabeza antes de llevarse instintivamente ambas manos suavemente a la garganta. La besé lentamente y salimos hacia la opaca luz del día.

Corrimos de la mano, adentrándonos más y más al bosque, cruzamos los límites del estado a través de las zonas boscosas, cruzando una que otra carretera demasiado rápido como para que los conductores se percatasen; de pronto nos detuvimos en seco. En un claro cercano se encontraba una pequeña manada de ciervos, pero eso no fue lo que llamó la atención de Rose, en una rama cercana se encontraba un leopardo acuclillado y preparado para abalanzarse sobre ellos. Un brillo cruzó sus ojos antes de sonreír y correr furtivamente hacia el felino.

Verla cazar era sin lugar a dudas un espectáculo, resultaba increíble ver cómo dominaba a su presa como si se tratase de un juego; eran impecables sus movimientos, daba saltitos de un sitio a otro esquivando cada ataque del animal; sabía de sobra que no era necesario aquello, simplemente a ella le gustaba… jugar con la comida. Al final saltó sobre él con una gracia sorprendente y en menos de un segundo ya estaba alimentándose. Se dirigió a mí aún saboreando sus labios que había adquirido una tonalidad escarlata, sus colmillos relampaguearon cuando sonrió abiertamente antes de rodear mi cintura con sus manos.

- Es tu turno.- dijo rozando sus labios con los míos. Sabia q en la caza de hoy no habría ningún tipo de diversión, mucho menos adrenalina; salté hacia la manada de cervatillos que se había vuelto a unir unos cincuenta metro hacia el norte.

Luego de alimentarme rápidamente me volví a reunir con Rose que me esperaba en el claro, tenía su mirada perdida y su cabello bailaba con la brisa; caminamos un largo rato de la mano por el bosque, aunque ella no se diese cuenta intentaba llegar hasta aquel claro donde tuve mi primer recuerdo humano, tal vez pudiese volver a evocar aquel recuerdo y encontrar una respuesta.

- Cariño, ¿estás bien?- preguntó Rosalie cuando el cielo del bosque comenzaba a tomar el color purpúreo que caracterizaba los atardeceres de Forks; estaba tan sumido en mis pensamientos que no noté que mi ceño estaba profundamente fruncido y mi mano estaba cerrada en un puño tan fuertemente que cada músculo y cada vena de mi brazo sobresalían en mi piel.

- ¡Oh!.- dije mientras abría mi mano y relajaba mi brazo.- no es nada cariño, sólo pensaba un poco.- dije sonriendo, ella me miró con extrañeza y se encogió de hombros antes de seguir caminando.

Caminé prestándole mucha atención al paisaje, no podía pasar ningún detalle por alto si quería averiguar q pasaba, Rose siguió dedicándome miraditas nerviosas con sus ojos que volvían a ser del color de la miel. De pronto el sendero se aclaró ante mis ojos, podía ver el prado a unos veinte metros de distancia, aquel sitio bañado por la luz de la luna llena que pareciese que encerrara magia en él.

Solté un “Ajá” que penetró el silencio haciendo que sonara como una especie de rugido; Rosalie dio un traspié y me miró con ojos como platos.

- ¡E-Emmett Cullen!- dijo aún sobresaltada con su mano derecha sobre el pecho.- ¿podrías por favor decirme por qué me das estos sustos?

Sonreí nerviosamente buscando una salida fácil de la discusión y la encontré, en su dedo anular brillaba a la luz de la luna un anillo de plata al estilo victoriano con un enorme rubí que sobresalía de él, sonreí al recordar el día de nuestro primer compromiso formal.

En ese entonces vivíamos en la pequeña casa en las afueras de Nueva Inglaterra, yo había salido con Carlisle bajo la excusa de comprar comida humana para evitar sospechas, cuando nos perdimos de su vista fuimos a cada joyería del pequeño pueblo; habían anillos de todas clases, formas y colores pero ninguno era de mi agrado, salimos del auto hacia la ventisca de invierno y caminamos por la acera de piedra. De pronto algo captó mi entera atención, una pequeña tienda en la esquina. Prácticamente corrimos hacia la fachada de madera con un anuncio dorado que decía “ANTIGÜEDADES HODKINS” al abrir la puerta sonó la campanilla y un hombre pequeño apareció detrás del mostrador.

- Buenas Tardes señores.- Dijo con una voz chillona.- ¿en qué puedo servir a tan honorables caballeros e día de hoy?.

- Estoy buscando un anillo de compromiso.- dije observando el sinfín de joyas que se extendía bajo el grueso vidrio del mostrador. El hombre sonrió.

- Porque mi experiencia nunca me falla supongo que la venta de hoy será algo especial.- dijo en un tono sugestivo antes de bajar del taburete donde estaba sentado plácidamente; su cabeza canosa desapareció obligándome a asomarme por encima del pequeño mueble de vidrio para observarlo.

El pequeño hombre de unos setenta años revolvía cajones llenos de polvo y abría puertas de aparadores y estanterías.

- Aquí está.- dijo en un tono de voz muy bajo cuando abrió un cajón cercano al suelo en un estante mugriento; se levantó con una pequeña cajita de terciopelo carmesí entre sus manos y la colocó sobre el mostrador haciendo un ademán con la mano para que mirásemos lo que contenía. Mis ojos relampaguearon y una sonrisa cruzó mi rostro, ¡era perfecto! Un rubí tallado en forma triangular era bordeado con la más fina plata, el grosor era perfecto para los pequeños deditos de Rose.

- Este anillo lo reservaba, siempre tuve la intuición de que algún día vendrían por él.- dijo con una sonrisa fugaz y distraída.- Perteneció a la acompañante del Gran duque de Luxemburgo Enrique de Nassau. Según se dice antes de que partiese hacia su destino letal, le obsequió este anillo a su amada; nunca se conoció su nombre.

Carlisle permaneció pensativo mientras escuchaba la historia, el anillo reposaba en el pequeño estuche mientras que el dependiente sonreía. Pagamos el bajo precio y salimos de la pequeña y acogedora estancia.

viernes, 28 de agosto de 2009

58.- Premonición.


Poco a poco Esme, Carlisle y Jasper también salieron de la habitación, quedando solamente nosotros tres; Alice se acercó con un aire triunfal a Edward que le dedicó una sonrisa pensativa, aclaré mi garganta ruidosamente y fruncí el ceño exigiendo una aclaratoria, mi pequeña hermana se limitó a sonreír y suspiró antes de comenzar a hablar sin quitarle los ojos de encima a Edward.

- Bueno hermanito, lo que pasa es que a nuestro adorado hermano se le acaba de ocurrir invitar a la pequeña Bella a una casa repleta de vampiros ligeramente inestables.- con esto último supe que se refería a Rosalie con su ira y a Jasper con su ligero problema de… apetito.

No supe cuán desmesurado era el tamaño de mis ojos hasta que Edward me miró.

- Emmett… bueno, tal vez si soy yo quien se lo digo a Rosalie, pues tú…- balbuceó torpemente; ¡pero la idea era un completo suicidio! Rosalie no dudaría siquiera un segundo para abalanzarse sobre él, y más basándose en el estado de suspensión que llevaba su relación de hermanos desde hace algunos días.

Suspiré ante la expectativa, a decir verdad decirle aquello a Rosalie no sería para nada fácil, pero dejarlo pasar y que la vea acá ese día sería peor. Dirigí mi mirada hacia el bosque, la luna proyectaba alargadas sombras de los altos árboles y su luz se reflejaba en el agua del rio, sacando destellos plateados del cabello de Rose. Sin decir otra palabra corrí hacia allí, aún corriendo a una velocidad cercana a la del sonido aquella distancia hacia Rose se me hacía una eternidad. Llegué caminando atrás de ella; e acerqué aún más y me deje caer a su lado, sus ojos estaban cerrados mientras que dejaba que la luz de la luna la bañara, su respiración era lenta y pausada. Esbozó una media sonrisa cuando tomé su pequeña manita y abrió lentamente los ojos.

- Lo siento cariño.- dijo en un susurro. Puse mi dedo sobre sus labios helados y ella sonrió ampliamente.

- No tienes por qué disculparte, todos nos sentimos frustrados por algo; nadie te culpa linda.- dije acariciando su rostro con el dorso de mi mano. Ella bajo su rostro y su cabello cayó en cascada, ocultándolo aún más. Suspiré y la tomé con delicadeza acunándola entre mis brazos; ella se acurrucó y ocultó su rostro en mi pecho. La rodeé con mis brazo, como si se tratase de una niña, acaricié su cabello mientras que su cuerpo se relajara por completo.

- De hecho en el tema de liberar frustración… se me ocurre una muy buena manera.- dije con tono pensativo; sentí su risa cantarina entre mi pecho antes de acompañarla de la mía un poco menos musical.- ¡no! Es en serio…- dije cuando sus risas cesaron sólo para que volviese a empezar.

- Ay querido.- dijo tumbándome sobre el césped luego de calmar sus risas.- ¿qué sería de mí sin ti?- concluyó repitiendo la mismo que había dicho esa tarde; cada vez que ella mencionaba aquella frase mi corazón muerto y helado saltaba; la besé tiernamente apenas rozando sus rosados labios antes de que ella atrajera mi rostro con sus manos, aquel beso se iba tornando más y más apasionado, nuestros labios se movían al compás de nuestra propia música. Allí estuvimos un largo rato sentados, abrazados sin decir palabras pero comunicándonos perfectamente. El amanecer se dejo ver algunas horas luego, tomándonos por sorpresa a mitad de un beso cálido a nuestro tacto.

Rose se quejo antes de revolverse ligeramente para ocultarse de los pocos rayos del sol que evadían las nubes grises. Me moví ligeramente para ocultarla de uno que daba de lleno sobre su rostro. Ella sonrió y acarició mi rostro con la punta de sus dedos antes de girar sobre mí rápidamente; La luz bañaba su espalda y sacaba destellos de su cabello, en ese momento acerté en que ni la belleza de los Ángeles podría superar a la de aquella radiante sonrisa, sus pequeñas carcajadas cantarinas, sus ojos extremadamente expresivos y tímidos; no había nada que necesitase más que a ella, su cuerpo, su risa, su Amor.

Coloqué detrás de su oreja un mechón de cabello que bailaba en el viento, Sus ojos se habían tornado completamente negros y las ojeras que se encontraban debajo de ellos eran similares a profundos moretones; repase las hinchadas bolsas purpúreas con el dorso de mi dedo pulgar; atraje su rostro hacia mí y besé con suavidad sus ojos, recorrí su respingada nariz con mis labios hasta llegar a los suyos y fundirlos de nuevo en un beso, uno en el que plasmé mi necesidad de ella, mi deseo, mi amor. Aún sin dejar de pensar en el momento de hacerle frente y confesarle los planes de Edward, además de mis horribles recuerdos.

jueves, 27 de agosto de 2009

57.- Charla.


Cuando llegamos al salón ya Carlisle y Esme estaban allí, me senté en el sillón con Rosalie en mi regazo mientras esperábamos por los demás; hasta donde tenía entendido Alice y Jasper habían ido a cazar y Edward había ido con ellos a última hora, él se alimentaba prácticamente a diario para poder estar con Bella, en realidad tal vez lo comprendía y puede que la pequeña Alice y yo fuésemos los únicos que apoyábamos aquella locura, además de Esme claro, ella aceptaría a cualquiera que hiciera que el amargado Edward saliera de su caparazón.

Repase con mis dedos las profundamente marcadas ojeras de Rosalie mientras me perdía en sus profundos ojos ahora negros como el azabache; algo debió tener mi gesto en ese momento que hizo que Rose riese por lo bajo con su típica risa cantarina y tímida. Por su parte Esme y Carlisle estaban sentados uno junto al otro, conversaban en un tono de voz tan bajo que era imposible escuchar más que murmullos con nuestro oído extremadamente sensible.

- Años de práctica hermano.- susurró Edward que de un momento a otro se encontraba sentado a mi derecha; Rose soltó un bufido apenas audible y comenzó a retorcer un pequeño mechón de cabello entre sus finos dedos. Edward la observó con ojos suplicantes durante un momento antes de dirigir su mirada hacia Carlisle que se aclaró la garganta para comenzar a hablar.

- Muy buenas noches queridos.- dijo haciendo su usual gesto de cortesía con sus manos y cerrando ligeramente los ojos.- a ver, los cité a todos aquí esta noche porque quisiera informarme más sobre tu tema Edward; realmente de que viene este inconveniente, para buscar una solución, por el bien de cada integrante de esta familia.- su tono de voz era interesado y sus ojos nos recorrieron uno a uno; esto hizo que me olvidara por un momento del tema de mis vividos recuerdos y que me centrara en el campo de batalla que se armaría ante mí. Rosalie hizo un disimulado ademán de levantarse antes de que pusiera mis manos sobre sus piernas con una leve presión, ella puso los ojos en blanco y resopló.

- Bueno…-comenzó Edward con una extraña timidez que nunca había visto en él; siempre se había caracterizado en ir directo al grano y no andar con rodeos acerca de cualquier tema, sin embargo en este momento juraría que se sonrojaría si pudiese. Me lanzó una mirada desesperada antes de continuar.- ella… ella no es cómo las demás chicas del instituto, tiene algo que la hace muy especial, no puedo leer sus pensamientos pero…

- Disculpa que interrumpa hijo mío pero, ¿cómo es eso que de que no puedes oír sus pensamientos?- preguntó Carlisle con las cejas arqueadas y con un rastro de confusión en su rostro.

- Si, no sé a qué se debe pero hay una especie de diferencia de frecuencias que no me permite acceder a sus pensamientos, como si hubiese un bloqueo; pero ¿por qué lo dices? ¿es muy relevante?- preguntó Edward con preocupación.

- Tal vez querido.- dijo Carlisle asintiendo y mirando el vacio.- pero si confías en ella ciegamente no veo motivo alguno para preocuparnos de que revele nuestra verdadera naturaleza.- Ese comentario logró sacar el más sincero gruñido en toda mi existencia, provenía claro de la hermosa rubia que estaba aún sentada en mi regazo. Todos los ojos de la habitación se posaron en ella que seguía retorciendo su cabello lacio cómo si no pasara absolutamente nada.

- Bueno yo… la he invitado a dar un paseo este sábado.- dijo Edward ignorando el comportamiento de Rose, cosa que le agradecí antes de que asintiera con su cabeza. De nuevo todos los ojos se movieron silenciosamente, pero esta vez miraban a Edward con sorpresa y curiosidad.- me gustaría llevarla al prado que esta sobre nuestro campo de beisbol.- agregó mirando a Carlisle, este se llevó la mano derecha al mentón y miró hacia la oscuridad del bosque a través de la ventana.

- ¡Edward! debes considerar todos los riesgos, recuerda que en el sentido de alimentarnos nos acercamos más a nuestro lado salvaje que a nuestro lado humano, no debes ponerle pruebas tan exigentes a tu fuerza de voluntad. Además recuerda que estarán solos, y si cometes un error…- la voz de Carlisle se silencio con el ligero tacto de Esme en su cintura.

- Edward querido.- dijo la dulce voz de Esme.- lo que queremos decir es que debes cuidarte muy bien y estar seguro de lo que harás. Sin tus hermanos allí un ligero tropiezo podría traer muchísimas consecuencias desagradables.

Edward se limitó a asentir antes de que Esme lo rodease con los brazos y le susurrara algo que le hizo sonreír y que yo no llegué a entender. Rosalie miró a Carlisle antes de que este asintiera y ella desapareciese por la puerta principal. Alice y Jasper permanecieron inmóviles en el fondo de la habitación sus manos estaban entrelazadas y los ojos de Alice miraban el vacio con un rostro inexpresivo; aquello lo conocíamos todos muy bien y aunque al parecer no lo habían notado todos, de ningún modo lo iba a pasar por alto.

Una sonrisita se dibujo en el pequeño rostro de Alice segundos luego de que el cuerpo de Edward se tornara rígido; le propine un pequeño golpecillo a la altura de las costillas y volvió a su estado natural; “espero que no dejes pasar esto ¿eh?” pensé y él asintió una sola vez.

miércoles, 26 de agosto de 2009

56.- Aguas Turbias.


Fui el primero en entrar a la ducha, Rose se limitó a observar por la ventana cubierta solo por la sudadera negra que lleve ese día al instituto. Entre de un salto a la tina desbordando el agua jabonosa y haciendo aún más resbaladizo el duro suelo de granito encerado; me concentré en relajar mis hombros que estaban muy tensos sin razón alguna. Pude sentir cómo mis esfuerzos eran vanos y la tensión tomaba más y más terreno en mi cuerpo, tomé aire aunque no lo necesitase y me sumergí por completo en el agua.

Abrí mis ojos allí, el agua había pasado de la usual tonalidad azul coral de la tina a ser más densa y oscura; un único rayo de luz atravesaba desde la superficie y se disgregaba a medida que avanzaba a través del profundo líquido, la firme y fría superficie bajo mi cuerpo desapareció dejándome sumido en un vacio, sentía cómo aquella desagradable sustancia pasaba a través de mi nariz y mis labios e invadía mis pulmones; lancé mis manos con desesperación hacia mi rostro pero, lo que vi me llenó aun más de espanto, eran de nuevo muy pequeñas como si se trataran de las de un niño de unos ocho o diez años de edad; cubrí mi ahora pequeño rostro con mis manos para evitar ahogarme. Intenté frenéticamente mover mis pies para volver a la superficie antes de que un dolor punzante recorriese mi muslo izquierdo, dejándome inmóvil e indefenso.

El miedo fue sustituido por cansancio, haciendo que mis párpados se hicieran pesados incluso bajo el agua; luché para no cerrar mis ojos, comencé a perder la percepción del tiempo, de pronto un cuerpo atravesó la superficie del agua y se dirigió a toda velocidad hacia mí; sólo pude distinguir que era cuando estaba solo a unos cuantos centímetros de mí: un hombre fornido tomó mi torso con su brazo derecho y tiró de mí, sus rizos que debían rozar sus enormes hombros se hallaban ahora dispersos alrededor de su rostro y su rostro parecía contraído por el miedo y la preocupación.

Abrí los ojos rápidamente, podía sentir una superficie lisa y fría debajo de mi cuerpo, el agua tenía de nuevo su apariencia traslúcida; me costó unos instantes asimilar lo que había pasado minutos antes, volvía a estar de nuevo en la tina, eso era obvio pero, ¿dónde había estado antes? ¿Qué era todo aquello? ¿Quién era aquel hombre? Instintiva e inconscientemente llevé mi mano hacia mi pierna que segundos antes de seguro estaba rota; no podía creer que esto volviera a pasar, la intensidad de los recuerdos se hacía cada vez mayor, esta vez pude percibir cada sensación de ese instante, experimente aquel horrible dolor, sentí cómo desfallecía, cómo mis pulmones se llenaban de agua; todo eso lo había vivido en otra ocasión, hace más de cincuenta años.

Permanecí allí un rato más, hasta que escuche un débil golpeteo en la puerta.

- Emm cariño…- dijo la dulce voz de Rosalie del otro lado de la puerta.- Esme y Carlisle volvieron y quieren charlar en un rato.

- En un segundo estoy contigo querida.- dije saliendo de la tina, oír mi voz me resultó un poco extraño; tal vez todo se debía a que desde que volví en mí seguía aguantando la respiración.

Tomé la toalla y salí del baño, Rosalie me dio un beso fugaz antes de desaparecer por la misma puerta. Entré de un salto al vestidor y me coloqué mi pantalón de pijama azul de cuadros junto a una sudadera gris, me calcé mis pantuflas y salí con paso despreocupado sacudiendo mi cabeza para deshacerme del agua que seguía aferrada a mi cabello. Sentí una risilla a mi espalda, me giré con aires de extrañeza y pude ver a Rose, apoyaba su peso en el alfeizar de la puerta, su cuerpo estaba cubierto por una toalla púrpura que le daba a su piel un aspecto más fantasmagórico y pálido. La miré con aire orgulloso y puse mis ojos en blanco.

- Luego dices que los que tienen aspecto de chuchos son los de la reserva.-dijo entre risas histéricas; me acerqué a ella y me sacudí con más fuerza.

- ¡E…Emmett! ¡Mi cabello!- chilló mientras intentaba cubrirse de las gruesas gotas que impactaban contra su cuerpo. Reí a carcajadas mientras la correteé por la habitación hasta que caímos rodando por el suelo entre risas.- Ay cariño… ¿qué sería de mí sin ti?- dijo Ella con aire distraído mientras trazaba las líneas de mi rostro con sus dedos, cómo acostumbraba hacerlo desde que la conocí.

Nos incorporamos rápidamente, Rosalie corrió a medio vestir hacia el vestidor y en segundos salió con un chal rosa de pantaloncillos cortos y su cabello recogido en una coleta sobre su cabeza; sonreí al verla y tomé su pequeña mano entre las mías, vi la graciosa comparación, sobre las de ella las mías tenían un aspecto aún más grotesco y enorme.

Bajamos de la mano hacia el espacioso salón, como lo habíamos hecho millones de veces en las últimas décadas.

lunes, 24 de agosto de 2009

CAPITULO ESPECIAL 10.000 VISITAS!


- ¡AH!.- exclamé al abrir la pesadas cortinas de nuestra habitación en aquella vieja casa. La luz bañó mi cuerpo desnudo sacando brillantes destellos de mi pálida piel; deje que el sol me llenase durante unos segundos antes de caminar al centro de la habitación donde aun reinaban las sombras restantes de la noche anterior.

Deje caer mi cuerpo sobre la cama perfectamente hecha, a veces me sorprendía la facilidad de Esme para hacer las labores del hogar aunque no fuera necesario; la cama se estremeció en el momento en que mi cuerpo impactó contra el edredón de rombos escarlata. Cerré mis ojos para percibir mejor todas las cosas que se encontraban a mí alrededor, aspire lenta y profundamente el húmedo y pesado aire de la habitación tal y como me había enseñado Carlisle para cazar poco después de mi transformación; comencé a avivar cada uno de mis sentidos, dejando que cada sonido y sensación se expresase a través de mi: Pude oír la risita cantarina de Alice, el trinar de las avecillas en el alfeizar de las ventanas; con los ojos cerrados podía distinguir fácilmente cada objeto dentro de la habitación, el enorme armario de roble o el pequeño escritorio que se encontraba en la esquina contraria. Pude oír un tararear proveniente del pequeño y único baño de la enorme casa, acompañado del sonido del agua caliente chocando contra una piel dura y perfecta como el mármol.

Suspiré antes de volver a abrir mis ojos e incorporarme de nuevo sobre el pesado y ruidoso catre; no podía esperar por dejar Alaska de una vez por todas, dejar esa fea casa vieja y rechinante e ir a comprar un nuevo auto porque, a decir verdad aunque habíamos reconstruido desde cero ese feo chevrolet impala del 59 seguía siendo un auto terrible, además de que 5 adolescentes de una belleza excepcional montados en aquel ataúd rodante era algo descomunal. En el pasillo una puerta chirrió agudamente y las tablas del horrible piso de madera se quejaron con cada paso que se acercaba a la habitación; la puerta se abrió lentamente dejando pasar una brisa gélida proveniente del helado lago que se encontraba frente a la casa.

- Rose.- dijo Emmett mientras entraba dando saltillos y sacudiendo su cabeza para deshacerse del agua que caía de sus rizos color azabache.- es tu turno para la ducha, a menos que quieras que Alice se te adelante y tengas que volver a salir a medio vestir de nuevo.- concluyó encogiéndose de hombros.

Me puse de pie de un salto y llegué a donde estaba él en un segundo; me puse de puntillas para rodear sus hombros con mis brazos y rozar mis labios con los suyos, el correspondió mi gesto y nuestros labios se fundieron en un beso, pasé mis dedos sobre su cabello mojado y con un saltito enlacé mis piernas detrás de su cadera, sus enormes manos se acoplaron perfectamente a mi cintura antes de que un escalofrío me recorriese de pies a cabeza; con mis manos podía recorrer mil veces aquel perfecto cuerpo que conocía muy bien: aquellos anchos hombros, sus brazos grandes y fuertes, su abdomen perfectamente marcado y su espalda enorme y perfecta. Mis labios recorrieron sus mejillas, su mentón cuadrado, su cuello, su clavícula… su cuerpo se erizó y se convulsionó y en ese instante caí en cuenta de que mi cuerpo temblaba. Coloqué mi mano en su pecho fornido para detenernos, no es que lo quisiera, al contrario lo que más deseaba era seguir allí, sin separarme ni un solo milímetro de él.

Emm suspiró ruidosamente y me colocó suavemente en el suelo, a veces parecía que creyese que me rompería, así que solía tratarme como si fuera una muñeca de porcelana. No solté mi abrazo aún cuando ya mis pies estaban firmes sobre el frío suelo de madera, él recorrió mi espina con sus dedos haciendo que un escalofrío recorriera mi espalda; rió por lo bajo burlándose de mi reacción antes de mirarme con sus hermosos ojos marrones, respondí a su mirada con una sonrisa tímida, en realidad no podía explicar por qué me invadían aquellas sensaciones cada vez que él me miraba fijamente, mis piernas comenzaban a hormiguear y me llenaba de una sensación de debilidad haciendo que me sintiera humana de nuevo y, realmente eso no me molestaba para nada. Con un beso rápido y una gran cantidad de fuerza de voluntad me alejé de él, tomé la mullida toalla que estaba colgada sobre la puerta del armario y mi amado esposo vampiro desapareció de mi vista.

Entre de un salto al luminoso baño, la única parte de la casa que no era mohosa, vieja y fea; me deshice de la toalla que rodeaba mi cuerpo haciendo que resbalara por mi cuerpo cayendo en un círculo alrededor de mis tobillos. De un saltito llegué a la tina, abrí el agua caliente y deje que el vapor inundara mis pulmones y ocultara mi reflejo en el espejo. Abrí a continuación la llave del agua fría y vertí el contenido de un pequeño frasco traslucido de color azul; minutos después la tina estaba llena de una deliciosa agua templada y espumosa, até mi cabello en un moño alto y me sumergí. No sé cuánto tiempo estuve así, pase un largo rato meditando en lo que nos esperaba esa mañana, este tan esperado día en el que al fin saldríamos de esta horrible y… nevada vida de Alaska, recordé cada una de nuestras estadías en diferentes ciudades, antes y después de que mi amado Emmett apareciese en mi vida; él sin lugar a dudas había marcado una gran pauta en mi existencia que, en el momento en que apareció paso a ser mi VIDA.

- Rosalie… si no sales en dos minutos te juro que tirare la puerta.- gritó la voz escandalizada de la pequeña Alice desde el otro lado de la puerta.

Escandalizada salí de un salto de la ducha, tomé la toalla que seguía en el suelo y me sequé lo más rápido que pude mientras daba brinquillos.

- ¡listo!- exclamé en el momento que abrí la puerta; coloqué detrás de mi oreja un mecho de cabello que se había escapado de mi moño improvisado. Alice estaba allí mirándome ceñuda.

- Ya era hora cariño, ¡llevabas ahí más de una hora!... si fueses humana me hubiese preocupado que te hubieras ahogado en la tina.- dijo haciendo rodar sus ojos. Le sonreí antes de pellizcar sus mejillas.

- Vamos hermanita ¡sonríe! Hoy es nuestro ultimo día en este cuchitril.- dije dando brinquitos de alegría, Alice sonrió de oreja a oreja ante la idea, a ella le agradaba menos que a mí la fea casa. En menos de un segundo mi querida hermana había desaparecido detrás de la puerta del baño y yo estaba frente a mi habitación.

Abrí la puerta rápidamente esperando ver a Emmett detrás de ella; sin embargo no estaba allí, se encontraba tumbado en la cama, tenía los ojos cerrados cómo si durmiese, el verlo así me sacaba fácilmente una sonrisa de los labios; me acerqué a él caminando rápidamente sobre las puntas de los pies, me acosté suavemente a su lado y recorrí sus ahora marcadas ojeras con las puntas de mis dedos mientras que el esbozaba una media sonrisa, seguí trazando su rostro con mis dedos, su nariz perfectamente perfilada, sus labios rojos y carnosos; él tomo mi mano y tiró de ella haciendo que nuestros rostros quedasen a un palmo de distancia, sonrió con esa hermosa sonrisa que hacía que todo en mi mundo valiese la pena y besó mis labios fugazmente, aunque ya hubiesen pasado más de veinte años desde aquel día en que lo encontré en el bosque cuando aún era humano. De pronto recordé la pequeña sorpresa que mantenía oculta en esa pequeña habitación y esbocé una sonrisa de complicidad.

- ¿qué?- preguntó Emmett confundido por mi repentino cambio de expresión; ensanché aún más mi sonrisa y brinqué fuera de la cama. Llegué dando saltitos al armario y abrí las pesadas puertas. Rebusqué entre mis cajones hasta que encontré lo que buscaba.

Consistía en una pequeña caja de cartón negra atada con una cinta escarlata que finalizaba en un enorme moño, sonreí al recordar su contenido. Me viré rápidamente para cerciorarme de que la puerta estaba cerrada antes presentar mi sorpresita. Con un movimiento rápido termine de preparar todo y escondí la pequeña caja detrás de mi espalda caminando hacia la cara de confusión y curiosidad de Emmett, sonreí ante la expectativa, mordí mi labio inferior y le entregue el paquetito.

Emmett abrió sus ojos hasta llegar a un tamaño desmesurado y su ancha sonrisa dejo al descubierto sus colmillos relampagueantes; esa expresión fue sustituida por la confusión luego de que deshizo rápidamente el moño escarlata y abrió delicadamente la caja para encontrarse un interior vacio. Estuvo unos segundos con ojos curiosos, hasta que deshice el pequeño nudo que mantenía el paño rodeando mi cuerpo, este cayó deslizándose hasta llegar al suelo, en ese momento sus ojos me recorrieron estupefactos. Gire lentamente para que detallara el hermoso conjunto de lencería, detallo cada detalle de su nuevo regalo: desde mi sujetador strapple de satén negro con raso fucsia, hasta mi liguero negro que sujetaba unas medias de malla. Sus labios estaban ligeramente separados y sus ojos seguían observándome incrédulos; de pronto su semblante cambió a un más travieso antes de incorporarse de un salto y caminar lentamente hacia mí mientras se deshacía lentamente de la ropa que acababa de colocarse.

domingo, 23 de agosto de 2009

55.- Mía.


Luego de las incesantes horas de cháchara de los profesores, incesantes preguntas y problemas de aritmética por fin llegó la hora de volver a casa; Rose se acercó a mi por detrás y rodeó mis hombros con sus brazos, besé sus manos y la levante sosteniéndola en mi espalda. Cuando salimos un grupo aun considerable de chicos seguían observando con deseo el auto de Rosalie; Pasamos entre ellos con un poco de esfuerzo para mantener a raya nuestra fuerza y, por mi parte el impulso de darle un empujón a cada mocoso que se sumaba a trompicones a la multitud ya enorme de por sí. Pude observar en el pequeño retrovisor como Bella y Edward también intentaban hacerse paso mientras que Rosalie ponía sus ojos en blanco y aceleraba más de lo necesario su Mercedes. Luego de que el conocido volvo saliese del aparcamiento Rose sonó la bocina y la enorme masa de estudiantes se hizo a un lado justo a tiempo para darnos paso antes de que saliéramos del sitio a toda velocidad.

Llegamos a casa en un santiamén, Alice y Jazz se bajaron del coche frente a la entrada principal y entraron con paso despreocupado a la casa. Cuando el motor del auto se apagó cerré mis ojos y recosté mi cabeza en el asiento, pensaba en todo este asunto de Edward y Bella, además de cómo influía en mi querida Rose; en el momento que decidí bajar del coche abrí los ojos, ya Rose estaba puliendo la brillante pintura color carmesí de su auto.

- ¡Dedos! Sucios y desagradables dedos…- gruñó mientras frotaba con fuerza la puerta derecha. Me acerqué lentamente a ella y coloque mi mano en su espalda, su cuerpo sufrió un leve espasmo antes de erizarse. Tomé sus manos y las coloqué sobre el cofre del auto, comencé a besar su cuello antes de que comenzara a chistar; aparte su cabello y recorrí su clavícula con mis labios, exhalando con fuerza bocanadas de aire para no perder el control y hacer añicos la linda blusa que traía hoy.

Rose tenía sus ojos cerrados y respiraba con cierta dificultad a través de sus labios, levantó su rostro antes de comenzar a jadear. Movió su pequeña mano bajo la mía, tomó mi muñeca y comenzó a desplazar mi mano por su cintura, bajando hacia sus caderas, su vientre. Deje escapar un gruñido de molestia por tener que romper aquel momento, contuve la respiración y con mi otra mano en su cintura hice que Rose diera un giro sobre sí misma; me vio con los ojos abiertos de par en par antes de que la levantara atrayéndola hacia mi cuerpo, como si de magnetismo se tratara sus piernas se acoplaron perfectamente a mi cadera. Ella se revolvió haciendo que nuestros cuerpos se rozasen, y que una especie de impulso eléctrico recorriese mi cuerpo. Subí lo más rápido que pude por las enormes escalinatas del salón principal, Alice y Jazz habían salido al jardín así que no importaba ser muy sigiloso.

Con un golpe de mi pie abrí la puerta de nuestra habitación, esta tenía una luz mortecina que reflejaba largas sombras de los objetos que se encontraban en ellas, Rose volvió a estremecerse en el momento que volvía a cerrar la puerta. Comenzó a desatar desesperadamente los botones de su chaleco mientras que con su otra mano atraía mi rostro hacia el de ella, dándome un largo y apasionado beso, nuestras lenguas se movían frenéticamente rozándose una con la otra. Al cabo de unos instantes nuestros cuerpos se rozaban y se movían entre espasmos y escalofríos; la espalda de Rose se arqueaba hacia atrás cuando mis manos se movían desde su baja espalda hasta el interior de sus piernas. De vez en cuando un grito ahogado brotaba desde su pecho, o un gruñido se dejaba oír proveniente de mi garganta.

Subí mis manos hacia su cintura, recorriendo y reconociendo todo el camino hacia allí con la punta de mis dedos, con un movimiento rápido moví su cuerpo colocándola con suavidad sobre la alfombra sin separarme ni un segundo de ella; suspiró llenando el aire de su dulce y delicioso aliento, cruzó sus tobillos sobre mi espalda, atrayéndome hacia ella con fuerza, haciendo que mi cuerpo presionase más fuertemente el suyo, sus manos se engancharon en mis hombros antes de revolverse y acercarse aun más a mi cuerpo que temblaba. Con un gritillo sordo proveniente de Rosalie supe que nuestras reacciones eran las mismas que las mías, moví mis caderas chocando con las de ella, hizo más apretado el lazo de sus pies.

De pronto y para mi sorpresa, con una demostración de fuerza golpeó el suelo con su mano y nos hizo girar, haciendo que su cuerpo quedase sobre el mío, sus piernas estaban flexionadas a cada lado de mi cintura y mis manos las recorrían de arriba hacia abajo; todas mis terminaciones nerviosas se erizaron y estallaron en el más puro goce cuando balanceó su cuerpo hacia adelante, tomé su cintura y la atraje hacia mí mientras que enormes dosis de electricidad recorrían nuestros cuerpos a cada movimiento de nuestras caderas. Al final, con un leve gritillo termino todo, estremecimientos volvieron a recorrernos cuando su espalda rozó el suelo y mis manos atrajeron su cuerpo hacia el mío. Todo esto era tan similar y diferente que nunca podría reconocer algo más que no fuese... ella.

miércoles, 19 de agosto de 2009

54.- Indiferencia.

Continué extasiado durante el resto de la aburrida clase, pensando en todo y en nada a la vez; no sabía si pasaban segundo u horas mientras que yo estaba postrado en aquella silla y de lo único que pude percatarme fue de la campana que indicaba la hora de Almuerzo. Me incorporé y observé a mi alrededor, el salón estaba casi vacío, a excepción de algunos chicos de los asientos delanteros que seguían metiendo sus libros a toda prisa dentro de sus mochilas; de un salto llegué hasta Rose que me observaba con la misma cara risueña, la tome en mis brazos y la abrace por la cintura. Nuestras risas hicieron eco en el amplio espacio donde hora estábamos solos; Jasper había salido cómo una flecha en busca de la pequeña Alice.

Acaricie su cabello durante un largo rato mientras ella permanecía con su cabeza apoyada en mi hombro y los ojos cerrados; no podía creer cuánto la necesitaba cerca de mí; cuánto necesitaba sentir su respiración, su aliento gélido el roce de su piel con la mía… además claro, de sus regaños, su ceño fruncido y su labio inferior sobresaliente que le daban un aspecto infantil. Tuve que darle uso a otra gran parte de mi fuerza de voluntad para salir de aquella aula desierta hacia el pasillo del horrible instituto; caminamos de la mano hacia el comedor abarrotado por cientos de chicos que comían y reían, cada quien en sus asuntos y eso, ahora que lo observaba era genial.

Llegamos a la mesa que ocupábamos a diario durante los últimos años y allí solo estaban Jasper y Alice sentados frente a frente con sus piernas entrecruzadas u sus rostro juntos mientras que él susurraba algo en su oído; Alice sonrió antes de que yo me aclarara la garganta lo más ruidosamente que pude. Jasper dio un respingo y me observó con ojos muy abiertos mientras que yo lo veían dedicándole mi mejor sonrisa burlona.

- Dos a uno hermano… sigo a la cabecera.- dijo Jasper apenas me recosté en el respaldo de la dura silla; me encogí de hombros y arqueé antes de erguirme para alcanzar la mirada perdida de Rose que se encontraba en algún punto de la pálida pared color crema del comedor.

Rosalie sonrió y acarició mi mejilla con su mano antes de volver a sumirse en sus pensamientos, en ocasiones como estas es en las que deseo tener el don de Edward para saber que pasaba por esa cabecilla. ¡¡Edward!! Realmente su nombre pasó por mi cabeza al tiempo que dirigí rápidamente mi mirada hacia la mesa del rincón contrario; allí estaba mi hermano, podía apostar a que no me oiría así hiciera explotar mi cerebro gritando su nombre mentalmente. Estaba, como era de esperarse con Bella, una bandeja enorme de comida se extendía frente a ellos mientras que Ella la veía con ojos desmesurados; Edward la veía con ojos inexpresivos y el ceño levemente fruncido, aunque sus caras estaban a un palmo de distancia esa expresión fría no cambiaba. Hablaban por lo bajo y sus expresiones cambiaban según iba su conversación; continué observándolos por el rabillo del ojos durante un rato, imaginando que de seguro Edward me diría cotilla en el momento que se enterase. Cansado de su cháchara me dediqué a observar detenidamente a Rosalie, su rostro seguía pensativo y lívido pero sus ojos mostraban una especie de ensoñación; tomé una de sus pequeñas manos bajo la mesa y la coloque en mi pierna derecha acariciando su dorso.

Jasper me codeó y señalo con una especie de gruñido sordo hacia la mesa de Edward y Bella, al virarme seguían hablando por lo bajo.

- Te observaba.- dijo mientras colocaba sus manos en la parte de atrás de su cabeza.- con algo de miedo si debo decir.

Una risotada se escapó de mi garganta antes de volver a observarlos, ahora la expresión de Ed se volvió rígida y negó rotundamente con la cabeza, haciendo que Bella se hundiera más en su silla antes de que sonase la campana que indicaba ahora el final de la triste y corta hora de almuerzo.

Rose dio un respingo al escuchar el ensordecedor chillido de la campana; tal vez para aquellos chicos era un simple sonido, pero para nuestros pobres oídos era un ruido muy molesto. Alice emitió un débil quejido mientras se aferraba al torso de Jazz que la rodeó con sus brazos, imagino ahora a la pobre chiquilla en esas molestas clases, ahora sin Edward de seguro era un infierno. Alice se puso de pie sin demasiados ánimos y comenzó a caminar hacia la salida contraria a la que tomó Edward. Al parecer la primera hora luego del almuerzo era Biología, la única que la pequeña Alice no tomaba con nuestro hermano; todos la vimos marcharse mientras caminaba y antes de desaparecer por la puerta se viró y gesticuló un beso para Jazz, yo puse los ojos como platos y fingí tomar el beso del aire antes de observar mi puño vacio con mi mejor expresión de vergüenza. Ella me miró con ojos entrecerrados y me sacó la lengua haciendo que su nariz respingada se arrugase ligeramente.

- Bueno chicos, round dos de la tortura… ¡comienza!- dije con un bostezo fingido al que Rose contestó con una sonrisa de oreja a oreja.

martes, 18 de agosto de 2009

53.- Euforia Roja.


La puerta de nuestra habitación se abrió rápidamente antes de que apareciera Jazz asomando su cabello dorado. ¿Pero es que ahora mi alcoba era un área social?. Fruncí el ceño ligeramente y el sonrió abiertamente, sabía que había interrumpido algo.

- Rosalie.- comenzó antes de aclarar su garganta.- Alice pregunta si estamos listos todos.- ella rió por lo bajo y asintió con la cabeza.

- Si querido, ya nos vamos.- y dicho esto comenzó a caminar con paso determinado, tirando del puño de mi camisa.

Podía adivinar cuál era el motivo de que Rosalie estuviese tan animada esa mañana; nunca había conducido su amado auto hacia el instituto, así que hoy era el día perfecto para presumirlo a los chicos del instituto. Cuando entre a la cochera ya Rosalie tenía su despampanante Mercedes rojo en marcha neutral; su rostro estaba sonriente y emitía un brillo de alegría que la hacía ver más hermosa que de costumbre. Sonreí al verla tan radiante y guarde las llaves del jeep en mi bolsillo, hoy quería ir al instituto con mi novia; me senté de copiloto y tome su pequeño rostro entre mis manos, la bese con toda la ternura que me fue posible; rozaba sus labios con los míos muy lentamente, podía sentir su aliento que se mezclaba con el mío. Luego sin darme cuenta nuestras lenguas comenzaron a moverse frenéticamente necesitando el roce, la una con la otra y aquel beso donde ambos plasmamos toda la ternura existente se había convertido en un beso lleno de pasión y deseo.

Pude escuchar los ligeros pasos de Alice sobre el suelo de la cochera antes de que Rose quitase sus manos de mi espalda y yo las mías de su cadera. Cuando quite mis ojos de la belleza sobrenatural de Rosalie pude observar la sonrisa de Jasper del estilo más perfecto y asemejado a la del gato de Cheshire. Rosalie guiñó un ojo y puso el auto en marcha.

El color escarlata del auto hacía un contrate casi mágico con la pálida miel de sus cuatro ocupantes, añadiendo además la luz grisácea y mortecina del usual día nublado en el pueblo de Forks. Cuando entramos al estacionamiento del instituto millones de ojos como platos siguieron el auto hasta el primer espacio disponible. Rosalie sonreía con una mezcla de malicia y alegría mientras abría el capot para deslumbrar a todos los chicos que se habían reunido en un enorme círculo. Se empujaban y gritaban mientras intentaban seguir cada movimiento de Rose que caminaba de acá para allá alrededor del auto.

Un chico de primer año chocó contra mi brazo, haciendo que un gruñido brotara de mi pecho antes de dirigirle una mirada envenenada haciendo que su juvenil rostro pecoso se llenara de miedo. Jasper me observó arqueando una ceja mientras yo cruzaba los brazos sobe mi pecho y concentraba mi mirada en Rose. Su grácil cuerpo se apoyaba sobre el cofre ahora abierto luciendo una blusa de un color rojo sangre y un pantalón negro que hacía juego con su chaleco que se ajustaba a su torso haciendo que cada una de las curvas de su cuerpo fuesen notorias desde el ángulo indicado. De pronto pude ver por el rabillo del ojo un volvo plateado ocupado por dos personas que intentaba pasar a través de la multitud para ocupar un puesto cercano. Alice y Jazz dirigieron su vista hacia Edward y Bella y luego hacia Rosalie, que al parecer no se había percatado siquiera de que nuestro hermano estaba en el mismo continente que ella, mucho menos en el aparcamiento del instituto.

Al sonar la campana el revuelto de estudiantes se iba disipando lentamente hasta que solo quedo un pequeño grupo de primer año que observaba aun el Mercedes como si estuviesen contemplando al mismísimo Dios. Rose cerró el cofre antes de que pasara mi mano sobre sus hombro y la besara fugazmente antes de entrar al salón de clases. Las horas pasaban lentamente en la clase de historia de los Estados Unidos, vaticinando lo que sería un día extremadamente aburrido; como era usual últimamente Jasper para distraerse se divertía con su don, mandando oleadas de aburrimiento y pereza por todo el salón haciendo que los ojos somnolientos y los lagos bostezos se convirtieran en una especie de epidemia a lo largo de la sala. Más de un chico se había dado por vencido, así que muchas cabezas estaban tumbadas sobre las mesas y algunas respiraciones lentas y pausadas se dejaban oír. Rosalie garabateaba en las últimas hojas de su libreta rosa con la mirada distraída posada en su pluma que se movía grácilmente como si se tratara de una bailarina en miniatura que danzaba sobre el papel. Yo me limitaba a mirarla y a recordar cada minuto junto a ella, a pensar el infierno en el que se convertiría mi existencia sin ella; en ese momento, como si pudiese adivinar lo que pensaba detuvo su pluma y me miro a los ojos sonriendo antes de levantar su libreta y mostrarme un par de corazones entrelazados con unas palabras que hicieron que una sonrisa se reflejara en mis labios.

“Eres tú la vida, eres tú mi luz, mi motivo para seguir, lo único que necesito… eres TÚ.

Te Amo Emmett Mc’Carty Cullen.”

domingo, 16 de agosto de 2009

52.- Ley del hielo.


La atmósfera siguió electrizante durante un largo tiempo; sonrisas tranquilizadoras se posaban en el rostro de toda mi familia, que intentaba sin resultado alguno rebajar la tensión que se había apoderado de nosotros. Pude escuchar cómo unos ligeros pies caminaban grácilmente por el suelo de mármol del enorme recibidor y que por un momento dudaron frente a la puerta; en ese instante Rosalie apareció con sus enormes ojos llenos de curiosidad en el umbral de la puerta, para el sobresalto de todos los que se encontraban sumidos en sus pensamientos o simplemente demasiado distraídos como para escuchar como ella se acercaba paso a paso.

- ¡Volví!- dijo por lo bajo cuando la envolví con mis brazos. La levante sin ningún esfuerzo uno centímetros del suelo y rocé mis labios con los suyos. A mi espalda pude oír un ligero suspiro de alivio que procedía de el rostro de la ahora relajada Esme; Carlisle esbozó una sonrisa de tranquilidad y Alice se deshizo de las manos de Jasper que sostenían sus caderas y de un salto llegó junto a Rose dándole un abrazo que podría hacer polvo algunas costillas humanas. Me volví hacia donde estaba Edward que observaba a Rosalie con una mezcla de alivio y vergüenza, si de algo podía estar seguro era que esta situación sería más difícil que cualquier otra, y que ahora Rose aplicaría la sanción más pasiva y al mismo tiempo desesperante: su ley del hielo.

Paso algo de tiempo mientras que casi toda la familia se acercaba a Rosalie y besaban sus mejillas, peinaban su cabello y la abrazaban con fuerza; ella se veía más radiante de lo acostumbrado, sonriendo y explicando que se sentía perfectamente. Tal vez era que en nuestra familia nadie se había enfermado desde hace más de medio siglo, debido a que nuestra naturaleza no nos permitía atrapar ni el más pequeño de los resfriados, o por lo menos en el aspecto de las enfermedades. Tal vez eso daba de que pensar a los colegas de Carlisle que trabajaba con enfermedades muy contagiosa y nunca lo habían visto estornudar siquiera. Aquel pensamiento hizo que una risa intentara salir desde el pecho de Edward y que éste a su vez la reprimiera haciendo que se transformase en una especie de bufido; todos se viraron hacia él con la extrañeza y lego la gracia dibujada completamente en cada par de ojos cobrizos; a excepción de unos de largas y rizadas pestañas que miraban en una dirección totalmente opuesta. Resople mientras hacía rodar mis ojos porque, dentro de mí sabía que iba a quedar en medio de esta confrontación.

Subimos corriendo a prepararnos para otro día de aburrido instituto; todos seguían con un poco de recelo los saltarines pasos de Rose, que revoloteaba de acá para allá, yendo y viniendo desde nuestra habitación hasta la de Alice y Jazz.

- ¡Ey Emm! ¿puedo entrar? – dijo la vocecilla cantarina de la pequeña Alice desde el umbral de la puerta.

- ¡CLARO HERMANITA!- vociferé mientras abotonaba rápidamente los botones de mi camisa color azul marino.

Ella entró con su caminar bailarín dando pequeños saltitos, aun con el ceño fruncido y su labio inferior un poco salido se veía muy grácil mientras atravesaba la habitación, cuan ninfa en el bosque.

- ¡Hola hermanito! Me preguntaba si sabes a donde ha ido Edward esta mañana…

- Se ha ido a algún… OHH…- exclamé entendiendo lo que se había pasado por la cabeza de mi hermano.- de seguro fue a la casa del jefe Swan. Ahora que la pequeña niña es la víctima victoriana de nuestro hermano vampiro.- dije haciendo un ademán con la mano mientras hacía rodar mis ojos. Alice rió por lo bajo y golpeó con fuerza mi brazo.

- Es en serio Emmett…- dijo con seriedad.- me tiene preocupada, ayer nos dijo que iríamos en su coche y…

- ¿quién dijo coche por acá?- exclamó Rosalie entrando a la habitación y colocando sus brazos alrededor de mi cintura.- es que hoy quiero llevar a mi bebé al instituto, así que si quieren ir conmigo sería un placer llevarlos.- concluyó con una sonrisa pícara, estaba claro de que eso había sido más una invitación que una sugerencia.

- ¡Oh genial!- dijo Alice sonriente.- llamaré a Jazz.- y diciendo esto desapareció corriendo hacia su alcoba.

- Muy bien señorita.- dije girando sobre mis talones para quedar con mi rostro a escasos centímetros del de Rosalie, atrayendo su pequeño cuerpo hacia el mío usando mis manos alrededor de sus caderas.- sabe que estamos solos… en nuestra enorme habitación.- continué hablando entrecortándome con cada beso que colocaba sobre sus hombros y su cuello; ella rió tontamente y paso sus brazos sobre mis hombros, entrecortando su respiración y echando su cabello hacia un lado mientras mis labios trazaban el camino hacia el hueco entre su cuello y su oído derecho. La levanté en brazos con la misma facilidad de siempre y coloqué su pequeño cuerpo contra la pared, su espalda se arqueaba mientras recorría su cuerpo con mis labios, trazando el escote de su camisa y mordisqueando juguetonamente sus hombros y el lóbulo de su oreja.

- Emm… - dijo jadeante, apenas respirando.- no debemos… no ahora.- colocó sus manos en mis hombros mientras que yo alejaba lentamente mis labios de su pálida piel; me abrazó fuertemente mientras que la colocaba de nuevo en el piso.- luego…¿sí? .- concluyó posando sus labios carnosos sobre los míos con fuerza y enrollando mi cabello entre sus dedos.

- Claro que sí.- dije separándome de ella de mala gana.

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