Caminamos a casa tranquilamente bajo la luna ahora despejada; el suelo empapado apenas sonaba bajo nuestros pies y las risas y las voces se habían apagado luego de un rato. Todos y cada uno caminábamos sumergidos en nuestras mentes, vagando en nuestros pensamientos; Edward iba a la cabeza; seguido por Carlisle y Esme, ella caminaba y de vez en cuando lanzaba una mirada repleta de extrañeza y cariño a su esposo, más atrás estábamos Rose y yo junto a Jazz y la pequeña Alice; Rosalie caminaba igualando mi paso lento y un tanto pesado con nuestras manos entrelazadas y con su cabeza apoyada en mi brazo, su mirada estaba perdida en algún punto frente a ella. Luego de un rato de tranquila caminata, atravesando el bosque pude divisar la imponente casa de blancas paredes que se alzaba sobre nosotros, aquella casa con grandes ventanales, a simple vista tan compleja y elegante, pero que por dentro escondía un secreto sumamente oscuro; aquella casa que nos acogía era exactamente igual que nosotros.
Al entrar, las luces encendidas cambiaron el semblante de todos, pareciese que nos diera la vida que desde hace décadas no teníamos. Aquella noche, durante un largo rato éramos el prospecto de la familia feliz, aunque proyectada en siente seres inmortales, en asesinos bebedores de sangre que, después de todo tienen su lado suave. Edward se sentó en su piano y comenzó a tocar una melodía muy alegre mientras que Carlisle estaba sentado de nuevo en su sillón favorito con Esme sentada en su regazo. Jasper y yo reíamos y bromeábamos entre nosotros mientras que Alice y Rose conversaban sentadas al pie de la gran escalinata de mármol.
Luego de un rato Jasper, Carlisle, Esme y Alice se levantaron de sus asientos, a diferencia de Edward y yo, ellos ya habían pasado más de una semana sin alimentarse y eso era visible en sus rostros; sus ojeras estaban más oscuras, sus ojos habían pasado de ocre a un negro intenso y tenían una apariencia demacrada.
- Muy bien, ¿a quién le apetece un poco de ciervo para la cena?- preguntó Carlisle en un tono bromista, al que todos respondieron sonriendo; exceptuando a Jasper que arrugó en ceño y camino detrás de Alice refunfuñando.
- ¡Ey!- gritó Edward apareciendo junto a la balaustrada del segundo piso.- ¿no pensaran dejarme sólo con ellos verdad?- concluyó con una de sus sonrisas burlescas haciendo un ademán hacia donde estábamos Rose y yo.
- Creo que deberías venir con nosotros.- sugirió la voz de Esme desde detrás de Carlisle.- por el bienestar de Emmett y Rosalie.- dijo sonriendo. Todos los demás rieron apoyando a Esme; Edward saltó la barandilla y cayó de pie frente a Jasper y Alice que seguían riendo. En un instante se despidieron y comenzaron a salir de la casa en fila para internarse de nuevo en el oscuro bosque.
- No se preocupen, nos tardaremos.- nos susurró Alice antes de cerrar la puerta.
Cuando ya no hubo señales de ellos cerca de la casa Rosalie sonrió y de un salto estuvo sobre mí, besándome ligeramente la cara con sus fríos labios, la coleta que sostenía su cabello resbaló y este cayó como una cascada sobre mi rostro causándome un ligero cosquilleo. Los labios de Rosalie se curvaron y separo un palmo su cara de la mía.
- Casi olvido tu obsequio.- dijo en voz baja.- espero lo hayas encontrado.- continuó mientras me veía con su mejor mirada interrogante.
- Por supuesto.- susurré a su oído mordiendo ligeramente el lóbulo de su oreja haciendo que riera entre dientes.
- Aunque creí que era más para mí.- dijo enfurruñándose un poco.
- ¿EH? No, no… es entera y completamente para mí; que lo uses tu es otra cosa, aunque si lo compraste para mi pues debo decirte que el rojo no me sienta bien.- dije con falsa preocupación en mi rostro.
- Pues, es enteramente para ti…. Solo que por esta vez lo usare yo.- dijo riendo mientras deshacía su abrazo. En un santiamén estuvo en el piso de arriba y un segundo después escuche su voz llamando mi nombre suavemente. Subí las escaleras y allí estaba ella en la puerta de nuestra habitación, lo único que podía ver era su largo cabello dorado y sus ojos brillantes.
Cuando entre todas las luces de la habitación estaban apagadas, sentí unas manos gélidas que tomaban mi cintura y alzaban mi camisa deshaciéndose de ella, de pronto el gélido contacto desapareció y pude escuchar una suave risilla, no pude evitar sonreír ante la imagen que se había encargado de crear mi imaginación; de pronto sentí un empujón que me hizo caer de espaldas sobre algo suave, y allí estaba yo sin poder ver nada y recostado sobre la cama. Pude sentir un leve movimiento antes de que un peso que reconocí muy bien se colocase sobre mis piernas, sus manos tomaron mis muñecas y las situó sobre mi cabeza, podía sentir su respiración cerca de mi oído mientras que ella besaba mi cuello y en un instante pude sentir la presión de su cuerpo sobre mi pecho y cómo se deshacía rápidamente de la ropa que ahora estorbaba. Pude sentir cada espasmo de su cuerpo y el mío, nuestras respiraciones irregulares y los sonidos que brotaban de su garganta acompasados con el movimiento rítmico de nuestras caderas. Luego de un rato pude tomar el control, mis ojos ya se estaban acostumbrando a la penumbra, podía distinguir los contornos de los objetos de la habitación y en un segundo mientras las manos de Rosalie recorrían mi cuerpo, sin mayor esfuerzo me viré quedando mi cuerpo sobre el suyo, con un par de gritos ahogados.
Hasta que con un último movimiento sentí una explosión desde mi interior, pude concebir todos aquellos instintos durante un momento, pude sentir como cada una de mis terminaciones nerviosas se excitaron al igual que las de ella, su cuerpo tuvo un fuerte espasmo y se sujeto al mío clavando sus dientes en mi hombro, tome su cintura entre mis manos presionando su cuerpo hacia el mío, y con un rugido sordo termino todo.
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